"Cartas cruzadas"

"Cartas cruzadas"

Un apasionante recorrido por la correspondencia epistolar entre Manuel de Falla y clavecinista y pianista polaca Wanda Landowska

La publicación de un epistolario es siempre una gran noticia: permite conocer la profundidad de personas que ya no existen en una intimidad superlativa. Viejas cartas, postales amarillentas o telegramas obsoletos dan la posibilidad de asomarse a esa relación que la distancia obligó a poner por escrito y que el tiempo ha legado a generaciones posteriores. Desde esta perspectiva, el interés es grande: reproducir las comunicaciones de seres del pasado tal y como tuvieron lugar. Cuando estos son además considerados protagonistas de una época, de una disciplina o de un cambio, la atracción por ellos se acentúa.

Éste es el caso particular de Manuel de Falla y Wanda Landowska, cuyo epistolario acaba de ser publicado por Sophie Lamberbourg en la Editorial Universidad de Granada. Esta edición viene a reflejar la intensa ligazón artística y personal que el compositor y la clavecinista mantuvieron entre 1922 y 1931, un periodo en el que la creación musical era replanteada desde sus más profundas bases de pensamiento mientras que el mundo intentaba recomponerse.

Ella, de origen polaco, había iniciado a comienzos del siglo XX una batalla por la recuperación de un instrumento extinguido: el clavicémbalo o clave. Él, gaditano de cuna, se había estado cuestionando la composición como una expresión profunda del canto popular en plena crisis de la ópera nacional. Ambos se conocen en París, patria compartida de cuantos buscaban una oportunidad con plena libertad creativa, aunque una amistad como la suya no se desarrollará hasta años más tarde. El estallido de la I Guerra Mundial hizo que sus caminos de separasen, tiempo en el que sus respectivas carreras se sublimaron. Casi una década después, perdido todo tipo de contacto, la mediación del crítico Adolfo Salazar posibilitó el reencuentro: primero epistolar y luego personal. Era septiembre de 1922.

La relación de Falla y Landowska se enmarca en una amistad surgida de la profunda admiración que ambos protagonistas se profesaban. Esta simpatía mutua fue la semilla de buena parte del nuevo movimiento que empezaba a bullir: el neoclasicismo musical. Es por ello que el estudio de este epistolario no debería entenderse como una lucha de contrarios, entre el humanismo que se le supone a un libro como este y la humanidad de sus protagonistas, porque también en ellos primero fue la esencia y luego la inteligencia. Se trata, por lo tanto, de un ejercicio de sociología de la música con una amplia red de capilares en la epistolografía, los estudios comparativos o el análisis, todas ellas como ciencias auxiliares que hacen latir con fuerza el corazón de la nueva musicología.

Ambos protagonistas conforman junto a un instrumento —el clave— y a una ciudad —Granada— una especie de tetrarquía responsable de la enorme revolución musical que se produjo como consecuencia. Landowska, que llevaba desde comienzos del siglo XX apostando por la recuperación de un instrumento expuesto como rareza de museo, había conseguido incluso la confianza de la compañía Pleyel, que comenzó a producir en serie los instrumentos diseñados por la intérprete. Pero no se conformaba aún con esto: deseaba nueva música. Falla, desde octubre de 1918, estaba componiendo por encargo de la multimillonaria princesa de Polignac 'El retablo de maese Pedro'. El compositor había ambientado la obra en un par de capítulos del inmortal 'Don Quijote' cervantino, y se debatía sobre para qué instrumento antiguo reservar un papel. Es justo en este instante en el que ambos se reencuentran en Granada, momento a partir del cual no solo Falla completará su obra gracias a los impagables consejos de Landowska —la primera composición moderna para clave—, sino que le prometerá la realización de lo que más tarde fue el 'Concerto per clavicembalo (o pianoforte), flauto, oboe, clarinetto, violino e violoncello' (1926), a ella dedicado.

Es a partir de entonces cuando la amistad —del latín 'amare': amar— se desata sin límites. La consideración mutua impresiona por su pureza y el interés personal, familiar, verdaderamente sincero y profundo se alambica en cada documento. Buena parte de ello se trasluce en el estudio preliminar que, junto con las notas y comentarios preparados por Sophie Lambergourg para esta colección de correspondencia, engatusan al lector. Ha sido muy acertada la decisión de realizar una útil edición bilingüe que permita un acercamiento más directo a la manera en que ambos se comunicaban, avivando los recuerdos de cuando la 'lingua franca' era genuinamente francesa.

Este volumen viene a sumarse a otros dos que, pertenecientes al proyecto editorial Epistolario Manuel de Falla de la Colección Musicología, ponen el foco de atención en los vínculos del músico con otros personajes de la cultura de su época: el político Leopoldo Matos y Massieu (2019) y los autores literarios Gregorio Martínez Sierra y María Lejárraga (2019). Esta serie, modélica en su metodología, especializada en su estudio y cristalina en su presentación, ha sido posible gracias a un importante proyecto de I+D+i que, dirigido por los profesores Joaquín López González y Antonio Martín Moreno, empieza a sacar a la luz el descomunal fondo de correspondencia —más de 23.000 documentos— que conserva el Archivo Manuel de Falla de Granada.

Con Landowska fue el (re)nacimiento del clave; con Falla el pasado (re)torna como un manantial purísimo; Granada fue testigo de aquel (re)novado (re)encuentro. Ahora es el momento privilegiado para (re)vivir todo aquello participando de las conversaciones que el «monje de Ribera» y la «sacerdotisa del clave» quintaesenciaron en sus personalísimas conversaciones. Viajeros en el tiempo entre cartas cruzadas.