La utopía racional

Muchas cosas han sucedido en el último tramo del siglo XX que nos obligan a mirar con otros ojos la historia del movimiento obrero y sobre todo a revisar y corregir muchos de los supuestos básicos con los que hemos abordado la protesta obrera a lo largo de los doscientos últimos años. Los historiadores hemos comprendido, tras superar los afanes cientifistas, que el propio conocimiento que generamos es también rigurosamente histórico y que en realidad la pretensión de conocer el pasado tal y como fue, no es sino otra de las utopías que sin realización posible entusiasmó a los historiadores hasta hace bien poco. La ilusión de trascender el presente, de hacer una historia desligada, por objetiva, de las preocupaciones de hoy se ha manifestado imposible. La huida del «presentismo» ha resultado ser una vana y estéril pretensión de cientificidad. Una vez convencidos de su inutilidad fáctica, hemos vuelto sobre nuestro quehacer, aprendiendo a diseccionar el presente para aprehender el pasado de manera más coherente.