Nietzsche y la redención del azar

Nietzche dijo de sí mismo que había nacido demasiado pronto y que pasaría mucho tiempo antes de que llegara a ser comprendido. Aunque probablemente no lo deseó —el reconocimiento de los contemporáneos es sin duda más gratificante que el de los hombres a los que no se conocerá nunca—, aceptó sin reservas ser un pensador intempestivo antes que sucumbir al propio descrédito, a la duda de sí en que el olvido y la indiferencia de los hombres de su tiempo amenazaban con hundirle.